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En las noches oscuras de la cordillera central, cuando el viento sopla con rabia y la montaña tiembla con susurros que no se pueden explicar, los campesinos del Tolima saben que no es solo la naturaleza la que se agita. A veces, cuando los cascos de un caballo resuenan en la lejanía, y el aire se vuelve denso y pesado, murmuran con temor: “Es la Mula de Rafles…”
La leyenda es antigua y temida. Para algunos, se trata del espíritu de una mujer que cometió un pecado imperdonable: enamorarse y entregarse a un sacerdote. Una relación prohibida, marcada por el secreto y el escándalo. Cuando su pecado fue descubierto, la condena cayó con furia: la mujer fue convertida en una bestia infernal, una mula de ojos ardientes, crines llameantes y cascos que despedían chispas al golpear el suelo. Desde entonces, galopa sin descanso por los caminos de la montaña, arrastrando cadenas, llorando en silencio, buscando el perdón que jamás llegará.
Pero en las veredas del Tolima, la historia tiene otro rostro, más cercano, más cotidiano y aún más aterrador. Allí, La Mula de Rafles no es solo una condenada, sino un espanto que presagia desgracia. Algunos dicen que no es mujer ni hombre, sino una fuerza oscura que toma forma de jinete montado en una mula, avanzando lentamente por los senderos rurales.
Los campesinos la describen como una calavera viviente, con gusanos que brotan de sus cuencas vacías, y una dentadura que chispea fuego. No siempre se deja ver, pero se escucha: el eco de sus cascos suena como martillazos en la tierra mojada, avanzando sin apuro, como quien sabe que el miedo lo precede. Si te cruzas con ella a pie, puedes perder la conciencia y despertar horas después en medio del monte, sin saber cómo llegaste allí. Si vas montado, tal vez tengas una oportunidad de escapar.
Pero escapar no evita las consecuencias. Donde pasa la Mula de Rafles, todo se marchita: los cultivos se pudren sin explicación, los animales enferman o mueren, y los vendavales azotan con furia sobrenatural. Es un presagio de ruina, una advertencia viva de que algo anda mal… que algo fue roto, profanado, olvidado.
Así conviven las dos versiones en la memoria de los tolimenses: la de la mujer condenada por pasión prohibida, y la del jinete infernal que castiga sin misericordia. Tal vez sean dos caras de la misma historia. Tal vez el pecado personal se convirtió en castigo colectivo. O quizás —como ocurre con muchas leyendas—, la verdad está en el miedo que siembra, más que en los detalles que cuenta.
Lo cierto es que, si algún día viajas por las montañas del Tolima, y en medio del silencio escuchas cascos que se acercan lentamente por un camino desierto, no mires atrás. No hables. No corras.
Porque podrías cruzarte con La Mula de Rafles… y ya nada volvería a ser igual.


Jose Luis Rodriguez y Angie Daniela Velasquez una pareja motera, provenientes de El Espinal – Tolima, que comparte unánimemente la pasión de ser libres viajando sobre dos ruedas, buscando desconectarse de la cotidianeidad para conectar con la vida, conociendo lugares, culturas, personas, e incluso a nosotros mismos, además de experimentar la vibra emocionante de sentir el viento en nuestras caras, el corazón acelerado por la adrenalina de llegar a ese destino y seguir por más recorridos continuando la aventura. Somos:

